La delgada línea

Cuando mis geniales días en Córdoba dieron a su fin, me trasladé a la ciudad de Tucumán, la puerta de las provincias del norte argentino. El norte es la parte menos argentina tal y como la conocemos desde España. Los rostros con rasgos andinos son cada vez más frecuentes, los precios son considerablemente más bajos y en el ambiente se respira mucho menos europeísmo, sin duda un síntoma de que estamos entrando en los terrenos del antiguo imperio inca.

En Tucumán, tras la visita de rigor, conocí a una pareja de franceses con los que decidimos alquilar un coche y poner rumbo al norte, hacia la provincia de Salta, adentrándonos en los llamados valles Cachaquíes, una de las zonas que más años aguantaron ante la inevitable conquista española,  pero posiblemente uno de los lugares donde más cruz y espada se le dio a los indios.

Cabras en las ruinas de Quilmes, lo que era la antigua capital de los valles Cachaquíes.

El paisaje a través de los valles, cruzando Tafí del Valle y hasta llegar a Cafayate era sencillamente impresionante. Desierto a más de 2000 metros de altura, cactus de más de cinco metros y una carretera a tramos sin asfaltar serpenteando por la immensidad del paraje, kilómetros y kilómetros sin ver rastro alguno de legado humano. Uno de esos lugares donde podrías pararte y hacer fotos a todo aún sabiendo que es imposible plasmar la sensación de ser muy pequeño en un mundo demasiado grande como para abarcarlo con un simple click.

Caprichosos cactus adornando el agreste paisaje.

Estasiados de la belleza natural en su estado más agreste, llegamos al pueblo de Cafayate, famoso por sus vinos. Allí hicimos el gringo haciendo un tour por las bodegas donde nos dejaron degustar varios caldos. La calidad, mejorable. La cantidad, demasiada para ser las diez de la mañana y no haber desayunado.

Así que con esa alegría nos dirigimos a la Quebrada de las Conchas, otro paraje de los de mear y no echar gota, que antiguamente fue un lago de agua salada y que ahora se presentaba ante nosotros como unas formaciones rocosas multicolores debida a la oxidación de los elementos que la componen.

En un país multicolor...
La mirada del cóndor.

Una vez más, ataque de pequeñez ante lo natural y de rabia contra la cámara por no ser capaz de plasmar el espectáculo inmóvil que estábamos presenciando. El recorrido finalizaba a 50 kilómetros de Cafayate, en dirección a Salta, que era mi siguiente destino. Así que decidí probar suerte y quedarme allí para ver si algún coche o autobús me llevaba hasta mi destino sin necesidad de hacer el camino de ida y vuelta.

Formaciones rocosas casi imposibles.

Por suerte no fui el único con semejante idea y me acompañaron en la epopeya una pareja de jóvenes argentinos. Estábamos en mitad de la nada, sin rastro humano a kilómetros a la redonda, frente a un paraje impresionante y esperando que alguno de los vehículos que escasamente pasaban por allí se apiadara de nosotros y nos llevara a nuestro destino.

La delgada línea que separa el paraíso del infierno la marcó lo que tardó en caer la noche cerrada. El termómetro se desplomó y lo único que nos quedaba era esperar un improbable autobús, y notar sobre nuestras propias carnes cuán rápido un lugar maravilloso se puede convertir en algo bastante desagradable. En ese momento un pensamiento bombardeaba mi cabeza: es materialmente imposible que a estas horas, por esta carretera donde pasa un vehículo cada 25 minutos, nadie nos vaya a llevar a Salta, todavía 200 kilómetros al norte.

No había que perder la esperanza, varias horas antes habían pasado autobuses.

Tras más de un buen par de horas de espera, el milagro se obró en forma de autobús y pudimos llegar a una hora más o menos prudente a Salta.

Y ahora mismo, sano y salvo, tras haber caminado otra vez por la delgada línea que separa cosas aparentemente opuestas, aquí estoy en Salta, la Linda. Tras el frío pasado en aquella cuneta, el recibimiento salteño no pudo ser más cálido. Pero por hoy ya está bien, dejaremos lo sucedido en Salta para otra ocasión.

Dicho esto, para despedirme, invito a los lectores del blog a que narren sus experiencias acerca de las delgadas líneas.

En Francia es mejor

Nombres completos: Alix Flotat y Ane Sophie Seattel

País: Francia

Coincidí con ellos en Tucumán y juntos emprendimos viaje hacia Cafayate, en un cochecillo alquilado. Este viaje me está ayudando a desmitificar al enemigo del norte, pues esta pareja de gabachos eran bien majos. Siempre dispuestos a afirmar sin pudor que en Francia están los mejores vinos, quesos, panes… en definitiva, lo mejor de todo siempre: en Francia es mejor. A pesar de lo malvado de su orígen y de su connivencia hacia los volcados de fresas, merecen por su simpatía entrar en este album de cromos de hombres Épicos.

Estitxu

Nombre completo: Estíbaliz Rodríguez

País: Barakaldo, Euskadi

Nos encontramos en el hostel de Buenos Aires y compartimos menos horas de las que a los dos nos hubiera gustado. En seguida y sin saber muy bien porqué, nos contamos nuestras cositas y nos fuimos a tomar unas cervezotas por ahí. Y como no, intentamos resolver el verdadero conflicto vasco, para el que la ciencia todavía no tiene explicación. Ojalá sus sueños se cumplan y la Épica la guíe otra vez hacia estas benditas tierras.

El peso del metal

La banda sonora de este post la va a poner el tema Poderoso Caballero es Don Dinero, del excelente grupo Il Putto Musicante.  

Vamos hoy a explorar otro de los muchos grandes misterios que tiene la Argentina: los problemas con el dinero. Como todos sabeis, la economía es uno de los grandes problemas de este país, pero esta vez no me voy a referir a términos macroeconómicos, sino simplemente a lo que llevan en sus bolsillos los argentinos… las monedas y los billetes. Y es que ambos temas son problema casi de estado.  

Las monedas, que van desde cinco centavos de peso (0.01 euros) hasta un peso (0.20 euros), en apariencia no deberían tener mucho poder, debido a su poco valor monetario, pero la realidad es muy diferente. Para subir a un autobús (o colectivo, o micro, o bondi, como les llaman por aquí) es necesario y obligatorio efectuar el pago con las dichosas moneditas, ya que para que salga el billete tienes que meterlas en una maquinita. Ahí radica toda la importancia de las monedas, ya que sin ellas, no puedes ir a parte ninguna. A la tocada de huevos propia de tener que estar pendiente de llevar moneditas encima, se le suma otro problema vital: la escasez de monedas.  

Vieja táctica para recopilar tesoritos.

Y es que, increíble pero cierto, las monedas escasean; prácticamente no hay, cuesta horrores conseguirlas y es un verdadero quebradero de cabeza para los comerciantes. Para el ciudadano de a pie esto se traduce en que todos parecemos abuelitas guardando las monedas como pequeños tesoros puesto que son escasas e imprescindibles para la vida. 

La circunstancia es tan peliaguda que incluso se llegan a comprar monedas por un precio más alto al de su valor real. Me comentaba un amigo que tiene un supermercado en Córdoba que en la actualidad se pagaban los 100 pesos en monedas a 105 pesos en billetes, pero que había habido épocas en que la escasez era tal que se llegaron a pagar hasta 130 pesos por 100 en monedas, incumpliendo aquello del ¿qué pesa más un kilo de papel o un kilo de metal? En este caso, se impone el peso del metal. 

Otra táctica muy avanzada para la recolección.

Pero el hambre agudiza el ingenio y en esto los chinos siempre han sido de los mejores. Un eterno cartel figura en cualquier tienda de chinos: No hay monedas. Y te lo puedes creer, un chino no suelta una moneda ni que le maten como a un chino. Y para ello han inventado una técnica avanzadísima que es devolverte el cambio en caramelos en vez de en monedas; cosa que incumple a todas luces la ley contravencional, pero eso ya es otro tema. Los chinos, ingeniosos como pocos, han sido capaces de encontrar la solución a todos los males y encima salir ganando, ya que controlan todo el tráfico de monedas y no solo se quedan con el dinero de todos los cambios sino que además después revenden más caras las monedas al resto de comerciantes honrados no carameleros. Un verdadero trabajo de chinos, además de un negocio con pingües beneficios. Y todo esto añadido a la gran verdad de que las tiendas de chinos no pagan impuestos, ni en Argentina, ni en España ni en parte ninguna, pero eso también es otro tema. 

"Sus monedas no me molestan", la vieja táctica del mensaje amable.

Y si por esto fuera poco, la problemática no acaba en las unidades monetarias más pequeñas, pues los billetes grandes tienen una retahíla de inconvenientes que paso a relatar. Los cajeros (además de robarte quince pesos cada vez que sacas dinero, con un límite de 800) solamente sueltan el billete más grande, 100 pesazos, unos 20 euros. Pues bien, esos billetes en cualquier comercio son recibidos de la misma manera que si en España pagaras con uno de 500 euros. Nunca jamás, pase lo que pase, ninguna tienda tiene nunca cambio para remejante fortuna (!).  Así que a los que sacamos nuestra plata de los cajeros no nos queda otra que hacer malabares cada vez que queremos pagar. La técnica más efectiva que he desarrollado al respecto es la siguiente: entrar a un bar, pedir una cerveza, darle un trago largo y una vez dado, poner el billete encima del mostrador. El diálogo posterior es siempre idéntico: No tengo cambio, pues yo no tengo más pequeño asi que…, espera que busco cambio, gracias, toma tu cambio, gracias

Mensaje tan expeditivo como práctico.

En fin, señores, que si visitan la Argentina tengan presente que aquí lo importante no es solo tener dinero, sino tenerlo de la manera adecuada. Poderoso caballero es don dinero.

Pancitos rellenos, calentitos!

Nombre completo: Leslie Adamini

País: Argentina

– Pancitos calientes, calentitos! – gritaba a la salida de un concierto. Así nos conocimos y así nos volvimos a encontrar en varias ocasiones. Y así de Épicamente nos hicimos amigos. A partir de ahí me dejé contagiar por toda su espiritualidad. Aquella vendedora de panes rellenos resultó ser un encanto de personita con la que daba gusto compartir las horas. Por el peculiar inicio, pero sobretodo por los buenos momentos y por el libro que tenemos pendiente empezar juntos a leer, se ha ganado un puesto en la lista de indiscutibles de este viaje.