Con su cuerpo menudo y su eterna sonrisa subía las infernales cuestas del Choquequirao sin cambiar para nada la cara. Aunque robara comida a escondidas para saciar su inagotable apetito fue una excelente compañera y amiga.
Juntos inventamos juegos geniales como Todo sobre Corea, donde la sometía a inacabables interrogatorios acerca de ese lejano país; ¿Es palabra en Coreano? que consistía en intentar acertar mediante sonidos que parecieran coreano alguna palabra en tan lejano idioma; o el más divertido de todos ellos, Chino, Japonés o Coreano, donde conjeturábamos sobre el origen de todos los chinitos que nos encontrábamos. Así pues, 이은정, persona de impronunciable nombre pasa a formar parte de la lista de personas importantes de este viaje de la Épica.
«¡Y vinielon los españoles hijueputas, conquistadores, robaoros, pinchaindias, cablones…!». Cuando escuchas semejante discurso un centenar de veces por día solamente te queda el asesinato o la amistad para siempre. En este caso, felizmente, fue la segunda.
Hoy abrimos el museo de la Épica para el más ilustre de los habitantes de la Sexy Island, el que se abrazaba a los árboles porque le daban fuerza, el hombre capaz de mentar a tu madre más veces por minuto, el puertorriqueño que más alto estuvo de todos, el primero en llegar al Choquequirao, y un genial compañero de fatigas, nunca mejor dicho, en aquellas hijaeputas cuestas.
BSO: Pirata Capitán (Sube, que nos vamos pa las nubes), de La Kinky Beat.
Hace ya bastantes años que renuncié a cualquier tipo de religión conocida, pero mi experiencia en el celebérrimo Machu Picchu, si bien en ningún momento hizo replantearme mi (no) religiosidad, casi me hace subir al cielo. Veamos porqué.
Cualquier turista que desee visitar la más votada de las nuevas siete maravillas del mundo debe pasar por Aguas Calientes, un pequeño pueblo, aunque esté mal usar la palabra pueblo para referirse a una sucesión de hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos. Los métodos y caminos para llegar hasta la población son diversos, pero eso es algo que veremos en próximos episodios. Hoy hablaremos pues solamente de mi experiencia en el Machu Picchu.
Las ruinas de Machu Picchu, con el Huayna Picchu al fondo.
Como los valientes, a las cuatro de la mañana salía de mi hostal en dirección al santuario. Una hora y poco de caminata, colina arriba, casi en plena oscuridad, para llegar de los primeros a la entrada. Nunca he sido de madrugar, ni de querer ser el primero en ir a un lugar, pero esta vez era prácticamente obligatoria la paliza para coger turno para subir al Huayna Picchu, la mítica montaña que se ve en cualquier foto que se precie del lugar. El caso es que solamente los 400 primeros en personarse consiguen el preciado sello que te permite el acceso. Los autobuses -a 7 dólares los diez minutos- empiezan a llegar a eso de las 5 y pico, así que los esforzados rácanos que subimos andando tenemos que llegar un poco antes.
Y así fue, fui uno de los 30 primeros en poner mi somnolienta cara enfrente de la puerta, todavía cerrada, del lugar sagrado. Una vez abrieron, puntualmente a las seis de la mañana -estos peruanos están locos- me puse a correr como un bendito por enmedio de las ruinas para llegar en primera posición a la puerta de entrada al Huayna. Sobra decir que lo conseguí.
Bien, Casero, bien, mejorando como fotógrafo.
En el mismo momento que abrieron puse un ritmo de ascensión infernal, cosa que me permitió llegar destacado y en solitario a la cumbre. El Huayna Picchu es una montaña muy escarpada, algunos centenares de metros por encima de las ruinas. Una sucesión de angostos y peligrosos escalones te conducen a la parte alta de la montaña, también llena de ruinas incas. La parte final es la más dura, donde centenares de pequeños escalones se suceden sin descanso hasta la cumbre, donde una roca preside el mundo.
Y como yo estuve sentado en esa roca, me sentí como el rey del mundo en aquel momento. La experiencia fue maravillosa. No se oía ni un solo conato de ruido. Todo lo que te envuelve es espectacular. Estaba sobre una montaña de un color verde diferente a cualquier otro verde conocido, rodeado de montañas más altas que forman un círculo alrededor tuyo, el río la bordea más de 180 grados, creando una gran circunferencia alrededor, las nubes suben y bajan escondiendo y mostrando ese perfecto espectáculo inmóvil, el mismo que presenciaron los sabios incas, el mismo que decidieron convertir en lugar sagrado. Y como guinda del pastel, las ruinas que hacen malabares en las alturas circundando un cuidado césped verde.
Tocando el cielo, con el polo de rayas.
Mucha gente dice que Machu Picchu es un lugar mágico, con una fuerza especial y extraña, un lugar de energía. También hay que decir que es un lugar donde hay una alta concentración de esotéricos, alineados con las estrellas, adoradores de la pacha mama y consumidores de estupefacientes varios que sin duda esfuerzan todos sus sentidos para flipar en colores y creerse los elegidos por el inca Atahualpa.
Yo también hice la típiquisima foto.
Pero uno que está desprovisto de toda creencia no demostrable científicamente, me sentí como subiendo al cielo, entiéndase en todos los sentidos de la expresión.
Muerto del cansancio debido al madrugón, a la mala alimentación y a la caminata, casi subo al cielo. Cuando las nubes bajaban y mis piernas colgaban de aquella roca y solamente se veía blanco abajo, azul arriba y en frente el verde pico de la montaña más alta del lugar, uno sentía que había subido hasta el cielo, o más arriba. Cuando estaba en el monumento más turístico, famoso y visitado de Sudamérica, completamente solo, sin escuchar a nadie y presenciandolo desde el lugar más privilegiado, también sentí que estaba subiendo al cielo.
Volando el Machu Picchu.
En definitiva, tuve un momento de elevación impresionante, un momento mágico. Pero de repente se empezaron a escuchar voces y pronto estaba rodeado de mucha gente y de un plumazo de devolvieron a la realidad. Así que con la sonrisa puesta y la satisfacción de ser el único, almenos en ese día, que presenció semejante espectáculo, me bajé para abajo.
Paseé un rato por las ruinas y pregunté la hora. No eran todavía las nueve y media de la mañana, cuando ya había acabado mi recorrido. Decidí que no podía ser y que la entrada que había pagado, eso sí, con descuento de estudiante, había que amortizarla más.
Así que ni corto ni perezoso, enfilé el camino contrario, el que me llevaría a la montaña Machu Picchu, la que preside las ruinas desde el otro lado. La caminata, bastante más larga y de similares características, duró prácticamente dos horas, a un ritmo bastante más cansino debido a la fatiga.
Sentado en el cielo.
Cuando llegué a la cumbre presidida por la bandera de Cusco, arcoiris, de innegable parecido a la del orgullo gay, había bien poca gente y el clima era perfecto. El sol zumbaba fuerte, pero la brisa corría fresca, así que con las ruinas más famosas del mundo como telón de fondo me comí un bocadillo de atún y me eché una siesta. Y como estaba tan cerca, pues volví a subir al cielo.
En la cumbre, la bandera del Cusco ondea al viento.
Y de ahí, dolor de rodillas mediante, me volví a bajar hasta Aguas Calientes, recorriendo mis mismos pasos, con la satisfacción de haber vivido una cosa única de una manera única.
Así que, señores, si quieren vivir el Machu Picchu de forma Épica, ya saben lo que les toca, suban al cielo, yo les espero allí.
Desde hace algunos meses la polémica más grande en la que se ha visto rodeada este viajero y en consecuencia, este blog, ha sido la fecha de vuelta a casa. Siempre he barajado dos opciones: continuar hasta febrero, completando así el ciclo natural de un año e ir a la Patagonia; o volver a casa, dejando un poco el viaje a medias, pero con la satisfacción del deber cumplido y comiendo los turrones en familia.
Muchas han sido las especulaciones, los rumores, las presiones, las conjeturas, pero hoy, en excusiva para el mundo, desde el blog de la Épica, vamos a dar de una vez por todas la respuesta definitiva. Para alegría de mi señora madre, entre otras y para desgracia de la Épica Patagónica, volveré a casa en Navidades.
La única foto de aviones que tengo: el que nos llevó a las Islas Galápagos, en Ecuador.
Las razones no las tengo muy claras, era una decisión complicada. Por un lado pesaba mucho la idea de intentar cerrar el ciclo del viaje, pero después de pensarlo, he llegado a la conclusión de que no me hacía falta. El viaje está siendo maravilloso y no necesito alargarlo dos meses más. Así que, como ya dijo otro ilustre de este blog,yo me bajo en la próxima, aunque la próxima esté a casi un par de meses vista.
Esto no pretende ser una despedida, puesto que todavía quedan casi dos meses de epopeya sudamericana y toda una vida Épica que narrar; así que el futuro de este blog, posiblemente y replanteando ciertas cosas, tenga más futuro que este viaje, el que llamamos Viaje de la Épica, y que por primera vez ve la luz al final del túnel.
Y el vuelo de vuelta es, a su vez, como un resumen de este viaje, donde he dado vueltas por Sudamérica en varias direcciones, cada vez con menos sentido sobre el mapa, pero con poderosas razones que explican los cambios de rumbo. Así que, buscando la opción más barata haré el siguiente disparatado recorrido: Buenos Aires-Lima, Lima-Bogotá, Bogotá-Barcelona, en la friolera de 33 horas, si no hay retrasos ni problemas, cosa poco probable.
Así que el anuncio es el siguiente:
LLEGO A BARCELONA EL LUNES 20 DE DICIEMBRE A LAS 14:00h
La aerolínea elegida, bajo el único criterio del precio, es el grupo LACSA-TACA-AVIANCA.
En definitiva, tirando de refranero, todo lo bueno tiende a su fin, funesta frase en la que no estoy nada de acuerdo, pero que es aplicable a este caso. Insisto, esto no es una despedida, así que nadie la tome como tal.
Señores, ahora tengo que irme, me están llamando por megafonía, es la Última Llamada.
Tuve un descuido: olvidé la navaja multiusos que me regaló Javito en mi equipaje de mano. Este fulano con cara de mal-lechado lo descubrió y tuve que dejar mi querida navaja en un receptáculo de esos donde se amontonan centenares de objetos. Por suerte, pude inmortalizar el momento. Si veis al fulano por la calle, pedidle mi navaja!
BSO: El Libertador (homenaje a la Revolución Bolivariana), de Ska-P.
Las únicas noticias que llegan a un noticiero español desde Venezuela son las estridencias de su controvertido presidente y, si acaso, esos conatos de guerra con Colombia, que no son sino otra consecuencia de la estridencia presidencial. Pues bien, desde esta humilde tarima, vamos a arrojar un poco más de luz sobre la realidad venezolana, almenos de lo que me dio tiempo a ver hace un par de años cuando vine por aquí un mes y de la escasa semana que he estado esta vez; sobretodo haciendo hincapié en las cosas más curiosas o sorprendentes para el lector medio de este blog.
La República Bolivariana de Venezuela se llama así desde que al señor Chávez le apeteció poner la palabra Bolivariana enmedio en honor al libertador de la zona, el demasiado idolatrado Simón Bolívar; de la misma manera que decidió cambiar la bandera del país y añadir otra estrella a las siete ya exitentes en honor al territorio de la Guyana, una histórica aspiración venezolana.
Simón Bolivar, presente en todas las plazas principales de todos los municipios de Venezuela.
Estos dos pequeños detalles, carentes de importancia, no son sino un par de pequeñas muestras de lo bizarre de la política en este país, un lugar donde ocurren cosas que solamente pueden ocurrir aquí.
La moneda actual, el Bolívar Fuerte, también inventada por el presidente actual, se cotiza aproximadamente a razón de 4 bolívares por cada euro. Pues bien, debido a la restricción impuesta por el gobierno a la hora de cambiar divisas -una persona, tras intensas gestiones burocráticas, solamente puede optar a un máximo de 3500 dólares por año- en pro de proteger la moneda local, ha creado una galopante demanda de moneda extrangera en lo que se ha dado en llamar el cambio paralelo.
Recordemos esa relación 4 a 1, pues bien, en la calle se pueden conseguir euros en una relación de ¡¡12 a 1!!. Es decir, que ante la necesidad imperante de conseguir moneda extrangera (básicamente euros y dólares) son capaces de pagar hasta tres veces más por ella. En fin, una locura, como muchas cosas de la política en este país. Y en ese río revuleto los más beneficiados somos los pocos turistas gringos o europeos que vemos como nuestro dinero se multiplica por tres y Venezuela pasa en un instante de ser el país más caro de Sudamérica a estar en la media o más abajo.
La socialista plaza Caracas de Caracas es sede de numerosas transacciones monetarias en el mercado negro.
Y ¿como se rige ese mercado paralelo? Pues existían varias páginas web que daban, actualizándose a diario, el valor del cambio paralelo y era lo que cualquier cambiador seguía a rejatabla. Pero la censura gubernamental no podía permitir tal afrenta ante la economía nacional y decidió cerrar todas las páginas web donde se facilitaba el cambio en el mercado negro.
Como no podía ser de otra manera, pues internet es prácticamente incensurable, surgió una idea graciosa. Ahora la página web de referencia es lechugaverde.com, cuyo contenido reza así: «Mucha gente piensa que este es el precio del dólar paralelo […]. Nada más alejado de la realidad. Este es el precio de la lechuga verde en Caracas (Venezuela)». Y se facilita el cambio diario tanto de la lechuga verde americana, como de la lechuga verde europea, que como pueden ver se cotiza entre 11 y 12.5, en función del tipo de billete que cambies, a más grande, mejor cambio.
Bien, sigamos, estamos en un país donde la gente compra monedas extranjeras a tres veces su valor, veamos más cosas curiosas: la gasolina. Por todos es sabido que Venezuela sustenta casi toda su riqueza en sus pozos petrolíferos y que, como país productor, es lógico pensar que gozan de una gasolina barata. Pero lo que nadie puede imaginar es del nivel de baratez, casi de gratuidad, del que estamos hablando.
Un litro de gasolina en Venezuela cuesta el equivalente de 0.015 céntimos de euro más o menos. Ojo a ese segundo cero. Estoy diciendo que un litro cuesta menos de dos céntimos de euro. Para que os hagáis una idea más real del precio: llenar el depósito de un coche cualquiera puede costar entre 30 y 50 céntimos de euro, o lo que es lo mismo, que por cada litro que pones en España, en Venezuela puedes poner ¡¡200!!.
Cacho y yo, disfrutando de los placeres bolivarianos: béisbol cerveza en mano.
Es increíble, no tenemos la mente preparada para tal diferencia. Así que los venezolanos no toman para nada en cuenta el consumo de gasolina, así que no se ven prácticamente coches pequeños. Lo normal son grandes motores de consumos elevadísimos, aliñados por la afición venezolana de pasear el coche, de salir en coche a comprar a la tienda de la esquina o de esperar a alguien dando vueltas a la manzana en pro de la seguridad del «es peligroso estar parado«.
Y ese es otro de los grandes caballos de batalla: la paranoia de la seguridad, mucho más patente que en cualquier otro país de Sudamérica, donde son a su vez mucho más paranoicos que en cualquier país europeo. Venezuela tiene uno de los índices de violencia más elevado del mundo y esto se nota en el día a día de la gente.
La gente vive con miedo y esto se hace todavía más crudo por la noche, cuando cualquier calle queda absolutamente desierta. Todo el día se habla sobre el último asesinato o el último asalto y hasta consiguen meterte el miedo en el cuerpo. Sinceramente, pese a que sí es un país de alta peligrosidad, se exagera y mucho, siempre a mi inconsciente modo de ver las cosas.
Más cosas que seguro van a causar asombro entre los lectores del blog: los precios bolivarianos. Chávez, para asegurar la alimentación de todos los venezolanos, tiene una serie de alimentos básicos a precios subvencionados, extremadamente baratos. Y se da la circunstancia de que un kilo de arroz -subvencionado- puede costar varias veces menos que un kilo de arroz saborizado -no subvencionado-, con sabor a pollo o a queso por ejemplo.
Un supermercado bolivariano con publicidad del gobierno... ¡siempre al precio justo!
Entonces ocurre que las arroceras, hartas de perder dinero produciendo arroz normal, reducen su producción en favor de los arroces saborizados. Entonces, la población venezolana, como casi todas las sudamericanas absolutamente dependiente del arroz, arrasa con el arroz blanco y en los supermercados solamente queda arroz saborizado, caro por tanto, pero como no queda otra, ya que arroz hay que comer, lo compran por docenas, para regocijo de las arroceras. Y el gobierno, recordemos, socialista bolivariano, responde a las ofensas con expropiaciones de empresas arroceras mediante la acusación de imperialistas y oligarcas, convirtiéndolas así en empresas públicas que en poco tiempo dejan de ser rentables y pasan a engrosar la costosísima factura pública del gobierno Chavista.
Chavez, personaje de excelente oratoria, ejerce su gobierno con mano dura y haciendo del populismo su mejor bandera y alternando medidas absurdas con otras muy favorecientes a las clases más bajas (más de la mitad de la población, preciasamente la misma que con sus votos le mantiene en el poder) y plantando cara día a día al imperialismo (todo lo que huela a estadounidense) y a la oligarquía (esa gran parte de la población venezolana que es tremendamente rica).
Y ya digo, muchas de las políticas chavistas, eminentemente sociales, pese a estar aliñadas con el populismo más previsible, creo que hacen bien a la castigada población venezolana. Sin embargo creo que se equivoca de plano al tomar ese discurso tan agresivo y frontalista contra sus dos grandes enemigos ficticios ya mencionados: los yankees y los ricos.
Una televisión en plena calle da moralina política a los espectadores.
Hablemos en primer lugar del imperialismo gringo, al cual yo también me opongo de plano. Venezuela es prácticamente el líder a nivel mundial de la lucha, almenos dialéctica, contra el accionar de los Estados Unidos. No es raro ver a Chávez insultando, provocando o incluso retando al poder americano. Diré incluso que me parece una figura necesaria a nivel mundial, pero creo que ese no es un papel que debe de jugar Venezuela: un país pequeño y pobre, dentro de una región pobre, no debe ser el abanderado del antiimperialismo puesto que le puede acarrear funestas consecuencias.
Y mucho más si tenemos en cuenta que Estados Unidos compra el 90% del petróleo venezolano y que por tanto, Venezuela depende económicamente de una manera casi exclusiva de las necesidades energéticas de los gringos. Que como un día decidan cortar el grifo, la catástrofe económica venezolana sería de consecuencias bíblicas, puesto que tendrían que medio regalar el petróleo a sus potentes socios (Bolivia, Cuba, Ecuador…), teniendo en cuenta que la economía venezolana no produce más que oro negro, ya que en los años de la oligarquía se descuidó por completo el campo o la industria al calor de la gallina de los huevos de oro que suponía el petróleo, la misma que provocó que Venezuela sea el país de Latinoamérica con una más alta proporción de ricos.
Y esto es ya el otro tema, lo que el bolivarianismo da en llamar oligarquía representa a toda la alta clase social venezolana. Sudamérica es en general un continente de mucha desigualdad económica y social, donde unos pocos ricos viven como jeques ante la miseria de la mayoría de la población y ante la inminente creación de una cada vez más abultada clase media.
Otra carpa roja con más propaganda oficialista.
Pero en Venezuela esas diferencias son diferentes, puesto que los ricos no solamente son muy ricos, sino que además son muchos y representan un alto porcentaje de la población. Y Chávez les ataca y ellos se sienten todavía más ofendidos. Y la guerra entre chavistas y antichavistas es cada vez más abierta y menos irreconciliable, para desgracia del país. Los antichavistas, a su vez, rozan la paranoia con su ataque al oficialismo, al que culpan de todos los males de una manera irracional e injusta. Contrariamente, el chavismo deposita su fe, casi religiosa, en su líder que parece querer arreglar todos los males solamente vistiendo una camisa roja y levantando el puño.
Esta enorme división se puede presenciar cada domingo, cuando puntualmente a las 9 de la mañana comienza el famoso programa de radio y TV Aló Presidente en el que el presidente da un repaso semanal a la actualidad revolucionaria, en un espacio a medio camino entre la propaganda política más obvia y el humor obsceno más despiadado. La hora de inicio del programa es siempre la misma, pero el final es indeterminado, pero suele alargarse más allá de las seis u ocho horas de caduco discurso bolivariano. Unos, lo ven como si de una misa se tratara. Los otros no pueden soportar que ninguna onda herziana de camisa colorada golpee sus tímpanos. Mientras tanto, Chávez se calienta a si mismo la boca y acaba haciendo anuncios políticos improvisados solamente producto del calentón del momento, poniendo en solfa a numerosos sectores que ven como cualquier cosa puede cambiar en un instante, en el más absoluto directo televisivo para toda la nación.
Venezuela, un hermoso y bizarro país, donde suceden cosas que no pasan en ningún lugar del mundo, desde camisas rojas hasta lechugas verdes.
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Les recuerdo a todos los lectores venezolanos de este blog que pueden machacarme en los comentarios. De la misma manera, les recuerdo que esto es solamente la opinión equivocada de un viajero que pasa poco tiempo en cada país como para emitir juicios de valor, pero que, sin embargo, por ignorancia y atrevimiento, se atreve a hacerlo. Así que leedlo con todo el cariño que yo os tengo a vosotros.
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Aprovechando el cambio paralelo, los billetes de avión desde Caracas son verdaderamente baratos. Así que después de una curiosa escala en Lima, ya estoy en Cuzco, Perú, al pie del más famoso monumento del continente, el Machu Picchu.
A petición popular, primerísimo plano de la famosa tortilla "babosona" que hicimos en Caracas.