Una parte importante de nuestros familiares y amigos creen que en Barcelona nuestro trabajo se limita a estar al día de las continuas actualizaciones de marca.com, por lo que supongo que cuando dijimos que, entre otras cosas, veníamos a las tierras bálticas a trabajar, la gente nos debió tomar a cachondeo como nos suele pasar. Esto no me preocupa lo más mínimo, porque de momento no he visto a ninguna de estas personas en nuestras reuniones del Comité de Dirección. Lo que sí me gustaría evitar es que alguno de nuestros clientes acabara en este blog y pensara que hemos cerrado el chiringuito, así que para ellos van dedicadas estas líneas.

El primer mes en Tartu no acarreó demasiadas dificultades, pues teníamos una oficina fija a medio metro de la cama, por lo que nuestra sesión de curro estaba asegurada cada día, y entre mails, skypes y redes sociales daba igual estar en un despacho de Paseo de Gracia con Diagonal que a 4.000 km de distancia.

Con nuestra vuelta a la carretera, y todo lo que ello implica en forma de autobuses, hostels y turismo la logística se complica, pero si a Galileo le bastaba una palanca para mover la Tierra a nosotros nos bastan unas horas de WiFi al día para mantener las acciones de houser & houser alejadas de la debacle generalizada de las empresas españolas.

Ello ha implicado trabajar desde un Casino en Parnu sin apostar ni una sola ficha, desde un parque en el aislado pueblo de Lihula, en un bar de Dagavspiels cambiando la visita diaria a la Chica de As por la contemplación de la interesante fauna autóctona y desde muchos hostels y pseudohostels mientras el resto de huéspedes se dedicaban a la ingesta de birras tempranas.

La superación con nota del reto que teníamos ante nosotros nos ha hecho plantearnos la mudanza temporal un par de veces al año a otros lugares del planeta, porque en Villa Victoria vivimos muy bien pero ahora estamos en la etapa de descubrimiento, para la espiritual aún quedan unos años. Y a los que su trabajo se lo permita, les recomiendo efusivamente estos cambios de aires momentáneos, ni que sea para olvidar la cara de sus jefes durante una temporada.









