BSO: Nunca el tiempo es perdido, de Manolo García.
Hace unos días, chateando con Kel, una comentarista (medio) habitual del blog, se me ocurrió este post a raíz de un comentario. Ella propuso esa canción y yo ahora mismo me dispongo a rellenar con una sucesión de palabras el resto del espacio.
A la hora de escribir estas lineas, el calendario marca el 19 de noviembre, es decir, dentro de exactamente un mes, estaré de camino al aeropuerto para, tras sucesión surrealista de aviones, poner rumbo vuelta a casa y dar por finiquitado esta maravillosa experiencia en forma de viaje.

Un mes, incluso para vosotros, queridos lectores, se antoja poco tiempo. No os digo para mi: nada, un suspiro. Sin embargo, para la mayoría de los mortales, entre los cuales, infelizmente, me incluiré dentro de unos meses, poder hacer un viaje de un mes por Perú, Chile y Argentina es casi un imposible.
Me queda un mes de viaje, el tiempo máximo del que tiene más suerte en España para irse de vacaciones. Sin embargo yo simplemente estoy acabando mi viaje, me da la sensación de que ya no queda nada, de que estoy regresando a casa.

Es curioso lo relativo del tiempo: a veces una hora de espera es una eternidad y a veces cuatro horas en un bar pasan en unos minutos. A veces, alguien está un mes viajando y es la experiencia más maravillosa que ha tenido; otras veces en un mes de viaje, solamente da tiempo a despedirse.
Con estas palabras no penseis que estoy desanimado, ni mucho menos, al revés, voy a darlo todo este último mes, pero me hizo gracia la reflexión de lo relativo del tiempo.

Filosófico me ha quedado este post. Os invito a pronunciaros en los comentarios sobre vuestras experiencias con la relatividad del tiempo.
Deformaciones temporales al servicio de la Épica. Si Einstein levantara la cabeza le pondría tilde a su famosa fórmula É=mc².
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Mensaje para Pau Latorre: ya sé que este post no está a la altura de los anteriores, tampoco lo pretende.













