A medio camino

BSO: En el medio del camino, de Guaraná.

Tras el éxito de críticas del anterior post de mi señor padre se decidió para hacer una nueva edición y poner a prueba una vez más su afamada prosa. Ahora estamos juntos en Ecuador, sin embargo este escrito es anterior, es de su visita a Lanzarote. En pocos días tendremos nuevo material y nuevas pruebas de lo prosaico de su escritura. A ver que tal le salió esta vez:

 

En mi anterior post “tan lejos… tan cerca” os hablaba de las bellezas de… “tan cerca”. Hoy voy a hablaros de las maravillas de: “A medio camino”. Fuego, montañas, volcanes… Lanzarote.
Los padres de la criatura, con la Isla la Graciosa al fondo.
Lanzarote es una isla volcánica que pertenece al archipiélago de las Islas Canarias, situadas frente a las costas Marruecos y al desierto del Sahara en África y a unos 2000Km de España. No es una isla muy grande, 60×50 Km., de manera que se recorre con facilidad. Esto no obsta para que sea una isla fascinante y también con rincones muy diferentes. Dentro de que es una isla eminentemente volcánica, tanto puedes encontrar playas de arena dorada como playas negras, de pura lava (roce).
Ríos de lava.
En Lanzarote, cada montaña, cada cerro es un volcán. Lo que conocemos hoy como Parque Nacional de Timanfaya (Montaña de Fuego) se originó como consecuencia de erupciones ininterrumpidas a lo largo de 6 años, entre 1730 y 1736. Tras estos 6 años de escupir ríos de lava, humos, cenizas y roce se formaron los más de 100 conos volcánicos que hoy conforman el Parque y cuyos ríos de lava parecen recién solidificados.
Texturas.
La gama de colores es impresionante; si bien el color que predomina en conjunto es el negro, después vienen los matices: tienes el negro absoluto, el negro azulado, el negro grisáceo o marronoso, el gris marronoso, el marrón grisáceo o negruzco o azulado… En fin, una sintonía de tonalidades. Pueden ser brillantes, satinadas, opacas o combinadas. Si nos fijamos en las texturas y en los tamaños tenemos rocas suaves como el terciopelo, ásperas cual lija, intermedias, de tamaño descomunal, medianas, más pequeñas, del tamaño de un garbanzo o de los granos de arroz a lo que los lanzaroteños llaman Roce por el sonido o crujido que produce al pisarlo. Y aún quedan las formas que son caprichosas e inagotables.
Azul y negro.
En las laderas de las montañas, los campesinos, (¡cómo agudiza el ingenio las condiciones climáticas desfavorables: viento, escasez de lluvias!), han excavado en la lava, como pequeños cráteres y dentro han plantado vid o higueras cuyas ramas se aparran al suelo para protegerse de los vientos.
Curiosa viticultura.
De tanto en tanto hay tierra de labor y de color entre rojo, cobrizo, siena, oxido de hierro que contrasta enormemente con el negro circundante. Visitando el parque de Timanfaya nos cayó, y eso que en Lanzarote llueve muy poco, un chaparrón tal, que veíamos la lluvia correr como en cortina, transportada por el viento. Lo malo es que después de una cortina venía otra y otra… al final, en 20 minutos ya estábamos secos nuevamente.
Si a todo esto le unimos la temperatura primaveral permanente que tiene os puedo decir que Lanzarote bien merece una visita.

Cosas que dejé en España

BSO: De Tapas, del Combolinga.

Llevo ya más de seis meses fuera de casa. Medio año de peregrinaje maravilloso y donde las cosas buenas superan por amplia goleada a las malas. De hecho las malas ni siquiera suelo considerarlas como tal, prefiero decir que son simplemente buenas historias que contar.

Pero lo cortés no quita lo valiente, y estar fuera de casa, fuera de tu círculo, inevitablemente te evoca las cosas que tenías y ya no tienes. Y es de eso de lo que os quiero hablar hoy, de las cosas que más echo de menos. Algunas muy previsibles; otras, pequeños detalles que quedan diluidos en la cotidianidad pero que cuando te faltan los añoras con fuerza.

Como se echa de menos tu propia cama. En la foto, el Motel de espejo en el techo en el que dormí con el compañero Barrulas.

Hagamos pues una lista no exhaustiva y desordenada de cosas que echo recurrentemente de menos:

  • Llegar a casa a las siete de la mañana, beberme medio litro de gazpacho y que mi santa abuela me pronuncie su bienvenida más habitual: ¿todo bien?
  • Una tarde de no hacer nada en la universidad, con los pies encima de una silla en el despacho de la Telecogresca o del CET.
No todas las escuelas de ingeniería son la de uno.
  • La sensación única e irrepetible de llegar al pueblo y saludar a todo el mundo.
  • Leer el periódico con los pies encima de la silla después de haber comido como un animal.
  • Ir al Chino Juan, el bar de la esquina, después de salir de trabajar.
Tres latas de estrella en un supermercado de Arequipa, Perú.
  • Poder conectarme a internet sin mirar un reloj que no para de avanzar.
  • Tirarme hasta las cuatro de la mañana discutiendo con frikis a los que desconozco del futuro de wikipedia.
  • Tomarme demasiados pinchos en la mejor compañía en el Bar Vine Tree de Piedrahíta, Ávila.
  • El olor de la ropa limpia y planchada, sobretodo el de las sábanas de la cama recién hecha.
  • Poder llamar a quien me dé la gana, cuando me dé la gana y el tiempo que me dé la gana.
  • Que una barra de pan crujiente acompañe todas y cada una de las comidas.
  • El papel de water de triple capa, suave y con dibujitos.
  • Enchufar la radio y que suene la SER cada vez que me voy a dormir y quedarme frito escuchándola.
  • Una buena ducha, con mucho agua y sobretodo, muy caliente.
  • Tumbarme en el sofá tapado hasta los ojos y quedarme dormido allí hasta altas horas.
  • Poder beber leche a morro con el simple hecho de acercarme a la nevera.
  • Discutir sobre catalanismo pese a saber de antemano que el acuerdo es inalcanzable.
Pese a que se me suele acusar de lo contrario, en el Casal Català de Quito, me sentí como en casa.
  • La mezcla de euforia y cansancio que te queda tras recojer una Gresca.
  • Discutir por el juego del 1, 2, 3 en el coche de camino al pueblo.
  • La tortilla de patatas, el jamón serrano, en definitiva: poder comer bueno, abundante y, sobretodo, variado.
  • El airecillo que le da a uno en la cara cuando vuelve a casa por la noche en bicing.
  • El gusto de entrar a un bar y que no suene siempre música detestable.
  • Poder coger cualquier transporte público y no pagarlo, teniendo la seguridad de que no te puede ocurrir nada.
  • Poder hablar con palabras que alguien que conozco ha inventado y se me entienda.
Cartel anunciando las temibles llanuras de Mordor, en un bar de Quito, Ecuador.

Dicho esto, y pese a que estas cosas, y muchas otras, las echo de menos; tengo que decir, que lo que más echo de menos es a todos vosotros. A riesgo de ponerme sentimental diré: padre, madre, abuela, el resto de la familia, colegas varios ya seais grupistas, de la uni, del pueblo, del trabajo, del fútbol o de donde sea, ¡os echo de menos!

Vosotros sois sin duda lo más importante de todas las Cosas que dejé en España.

¡¡¡Pacos, que sois unos pacos!!!

Salto a la fama

BSO: Los periódicos de mañana, de M-Clan.

Ayer avanzaba en un comentario «Poneos guapos, que mañana es un día importante» y no estaba equivocado. Y es que el periódico generalista de más tirada en España -El País- ha decidido incluir en su suplemento sobre tecnología -Ciberpais- un artículo a todo detalle de nuestra aventura, centrándose especialmente en el proyecto hermano de este blog: el lo que quieras por 10 euros.

Sin más dilación, os dejo con el artículo:

Pésimamente montado usando nuestro programa de imagen de cabecera: MS Paint. Si pincháis encima se verá más grande.

Podéis verlo también en la página web de El País pinchando en este enlace.

Y por lo que parece, esto es solamente el inicio y ya hemos avanzado conversaciones con algunas radios. No os preocupéis que os mantendremos informados puntualmente.

No nos escondemos y reconocemos abiertamente que nos ha hecho una tremenda ilusión salir publicados así que como celebración regalaremos una misión del loquequieras al décimo en comentar este post. Obviamente no vale poner más de un comentario seguido.

Para acabar, os queremos prometer que aunque la fama esté llamando a nuestras puertas, la única guía de este viaje fue, es yseguirá siendo la Épica.

Con o sin fama: en el Nombre de la Épica, amigos.

Pequeña Gran Isla

BSO: La canción de Estrella, de Billie de Vision an the Dancers.

Quería compartir con la épica los días que pasé en Formentera durante el puente de San Juan. Y es que cuando vuelves a la rutina, cualquier escapada te parece una bendición. Si me permites darte un consejo Álex, piensa cada día en algo bueno que te haya pasado, para que seas consciente de que cada día ahí es un regalo… 😉

Al grano, tras 8 horas de barquito nos plantamos en La Isla, lo pongo en mayúsculas básicamente porque se las merece. Uno espera encontrar rápidamente a los tres guapitos del anuncio bebiendo Estrellas, pero en cambio lo que hay son multitud de italianos bebiendo de todo menos Estrellas, porque en la isla no hay.

Puerta azul sobre pared blanca, éxito asegurado.

Los italianos merecen párrafo a parte. Álex siempre los tildaba de homosexuales, y después de verlos con mis propios ojos solo puedo decir que «no me extraña». Porque no es que vayan a la moda, es que cada uno, individualmente, ES la moda. Cada detalle de su cuerpo y vestimenta está cuidado milimétricamente. Y claro, ante tanto cuidado no me extraña que se enamoren los unos de los otros. Yo lo haría.

Pero no solo hay spaguettis en Formentera. Si he de destacar una cosa, creo que es el agua, la del mar claro. Su color azul celeste sobre la arena blanca es de una belleza que como mucho puede ser igualada, pero dudo que superada.

Y supongo que en segundo lugar pondría las vistas que se observan desde el Faro de La Mola. Con la ayuda de la luz vespertina, se veía una extensión infinita de mar azul intenso. Dicen que puedes estar mirando las llamas de una hoguera todo el tiempo del mundo. Yo creo que aquellas vistas también.

Hasta las gaviotas se paraban a observar las vistas.

En la isla en sí no hay mucho que hacer, cosa que tampoco importa demasiado porque uno tiene suficiente con formar parte de ella por unos días. Pero el rato ocioso me permitió recordar algún consejo que me había dado Álex respecto al arte de la fotografía, para intentar ponerlo a cabo por aquellos parajes. Y como tantas veces ha ocurrido, desde Jesús con Juan Bautista a Son Goku con el Follet Tortuga, el discípulo ha superado al maestro.

No saben si darme el Pullitzer o un bote de Pantene.

Formentera tiene además el encanto de que el transporte oficial sea la moto, de los pueblecitos de casitas blancas, del pescado fresco que puedes comer mientras estás sentado a escasos metros de la playa… hasta de su fiesta Flower Power, con menos pretensiones que la de Ibiza pero igualmente seductora.

Vuelta a casa.

En fin, épica, o por lo menos belleza, en pequeñas dosis.

La Historia Mundial

BSO: Felicidad, de La Cabra Mecánica.

Esta es la historia de un chico tímido y de discreto físico que nació en Fuentealbilla, provincia de Albacete. Ese chico, sin hacer mucho ruido, un día fue a probar fortuna a un país muy lejano y con un simple puntapié hizo gritar a medio mundo y emmudecer al otro medio. Ese chico, de nombre Andrés y de apellido Iniesta, nos hizo, por fin, de una vez por todas y para siempre ¡Campeones del Mundo!

¡Somos Campeones del Mundo!

Pero hoy no quiero hablaros de la final, pues todos la visteis. Hoy no quiero hablaros de lo feliz que soy, pues lo sabeis. No quiero recordaros todas las que hemos padecido hasta poder vivir esta, pues todos las vivisteis también. Hoy lo que quiero es contaros una historia.

Esta es la historia de tres españoles viajando por Sudamérica, en el mejor momento posible para estar en España: un servidor, Toni Crupi y Sergio, un hijo de immigrantes españoles en Suiza. Tras ver, y vibrar, juntos las semifinales, nos hicimos la promesa de quedarnos en La Paz y hacer lo posible para congregar al máximo número de españoles y hacer una fiesta por todo lo alto.

Tras tres días de intensas gestiones parecíamos tenerlo todo atado con la Casa de España en La Paz, pero las negociaciones saltaron por los aires en el último minuto. Así que nuestro gozo en un pozo. Pero lejos de caer en el desánimo, juntamos a nuestra pequeña familia aquí en La Paz y nos dispusimos a ver el partido en el mismo lugar que tanta suerte nos había dado contra Alemania en semifinales.

Esta vez decoramos la estancia con un banderón de cuatro metros que conseguimos mediante el siguiente diálogo: "¿Tiene tela roja? ¿Y amarilla? ¿Sabe coser?"

La tensión que se vivió en aquella sala y la alegría con el desenlace fue exactamente la misma que en la de vuestros bares, salones o pantallas gigantes, por lo que no me entretendré en narrar lo que ya vivisteis.

Así que nada más que el Santo levantó la copa al cielo de Sudáfrica, decidimos ir a pasear nuestra alegría por La Paz. Nuestra primera parada, como ya habíamos anticipado cuatro días antes, fue el paseo triunfal por el bar de los holandeses. De allí nos fuimos con algunos desagradables (pero comprensibles) «fuck off«, pero sobretodo con el trofeo que llevaba un mes presidiendo el bar. Se puede decir que lo robamos, pero sería más justo decir, que lo habíamos ganado y que por eso nos lo llevábamos.

Feliz con mi copa de seis kilos recién robada al enemigo, representado por una naranja en mi mano.

Y de allí pusimos rumbio hacia el centro de La Paz, donde unos afanados jardineros nos habían preparado nuestro merecido homenaje.

Héroes de La Paz.

Y después de allí, como no podía ser de otra manera, nos presentamos en la Embajada de España dispuestos a que el mismísimo embajador nos recibiera, sinceramente, con bastantes dudas sobre nuestro éxito. Pero nuestra entrada en la Casa del Embajador no pudo ser más triunfal: copa en alto, gritando ¡Campeones, Campeones!, hicimos nuestra entrada en tan noble edificio. El respetable, convenientemente vestido de rojigualda nos hizo, literalmente, el pasillo y nos recibió con una cerrada ovación. Nuestros pasos cesaron ante la presencia del mismísimo Ramón Santos, hombre de regio nombre y embajador de España en Bolivia, con el que estrechamos las manos y le hicimos entrega de la copa sustraída a los neerlandeses.

En el nombre de la Épica hace entrega de la Copa del Mundo al embajador.

A partir de ahí, como estábamos con la aristrocracia, bebida y comida gratis a discreción (empanada gallega, Marqués de Cáceres, whisky de 12 años, leche frita…) y nosotros en gratitud al buen trato con el que se nos estaba otorgando, correspondimos con altas dosis de saber-estar y con algunos cánticos que hicieron las delicias de la concurrencia.

Y como era mesester ante esa irrepetible ocasión, tuvimos la oportunidad de departir amigablemente con el embajador en su sofá… el mismo sofá en el que escasos minutos antes había presenciado la victoria española el presidente de Bolivia, Evo Morales.

Y no contentos con eso, en lo que suponía mi cuarta aparición en televisiones sudamericanas, aguanté estoicamente chupando cámara ante la entrevista que le hicieron para la Televisión Boliviana al embajador. Y tan pesado fui y tanto le di la tabarra al calvo entrevistador que por fin pude gritar a toda Bolivia «¡Por la Épica, somos Campeones del Mundo, Por la Épica!»

Y después de eso, poco puedo añadir, que el mismísmo embajador me regaló una banderita de esas diplomáticas en cuya base figura la curiosa inscripción «Propiedad del Estado Español», que después nos fuimos a pasear nuestra alegría por toda la ciudad y que tanto la copa robada a los holandeses como la banderita han dormido conmigo en mi habitación.

Toni con la banderita. Foto hecha desde la ventana de un 4x4 de la Diputación Foral de Álava, hacia el techo del vehículo donde Toni con medio cuerpo fuera vociferaba sin control.

La historia de ese chico de Albacete, es en realidad la misma historia de la felicidad de estos tres viajeros. Y a su vez, es la misma historia de un país pobre del sur de Europa, que un día se despertó y se dió cuenta que era campeón de Europa y del Mundo de fútbol y baloncesto, nada menos que los dos deportes más importantes del mundo.

Señores, ¡Vivan las Historias Épicas!