El camino del punki

BSO: A San Fernando, de Manolo García.

El Machu Picchu es una de las nuevas maravillas del mundo, con lo cual, es un gran foco de atracción de turistas de toda condición y poder adquisitivo: desde occidentales muy acaudalados que solamente osan pernoctar en hoteles cinco estrellas, a los mochileros más avaros, pasando por humildes peruanos, vecinos de zonas cercanas que también deciden dejarse ver por el archifamoso santuario.

Otra vista del polo, digo, del Machu Picchu.

Los constructores de tan afamado templo, los incas, son famosos por hacer sus construcciones en lugares inhóspitos, siempre de complicado acceso. Es por eso que las rutas que llegan hasta el Machu Picchu son muchas, variadas y para todos los bolsillos.

La opción más elitista, prácticamente reservada a jefes de estado y archimillonarios es llegar en un cómodo vuelo en helicóptero desde Cusco de no más de veinte minutos.

Ya en el territorio de los mortales las maneras más habituales son dos. La opción preferida por todos los que llegan a la zona con un paquete turístico ya contratado en los países de origen: el tren que cuesta más dinero por kilómetro del mundo, con precios desorbitados desde los cien dólares, toda una fortuna en Perú. El tren te deja en Aguas Calientes, el pueblo adyacente, y desde allí, hay un servicio de bus a ración de siete dólares por quince minutos, posiblemente el bus más caro de toda latinoamérica.

El famoso tren pasando a mi lado.

La otra opción, la «aventurera», es el Camino del Inca. Pongo ese aventurera entrecomillado porque esta opción contradice dos de los pilares de la aventura: la previsión y el planning. La previsión porque para tener la oportunidad de hacer el camino se tiene que reservar con no menos de medio año de antelación. Y el planning porque los sufridos caminantes hacen en todo momento lo que marca el programa: se come en tal lugar, se camina a tal ritmo durante tres horas, se duerme en tal hospedaje, incluso, se va a tal discoteca… Todo cronometrado, perfectamente guiado y sin posibilidad de salirse del plan que alguien estableció por ti. Sobra decir que un buen grupo de porteadores son los encargados de transportar en inhumanas mochilas todo lo necesario para el bienestar del «aventurero», desde la comida para los seis días, hasta la plancha del pelo de la gringa de turno. Sobra decir que de 400 dólares no baja la broma.

(Broma interna) Los sufridos porteadores llevando las bragas Naf-Naf de una turista francesa.

Así que como ni soy jefe de estado, ni adinerado, ni previsor, decidí tomar el camino más popular entre los sufridos tacaños, dispuestos a hacer lo que sea para ahorrar unos soles.

Las ruinas de Ollantaytambo, otra de tantas, camino al Machu Picchu.

Así que contraté un transporte hasta Santa Teresa, un pueblito que está descubriendo la llegada del turismo de más baja alcurnia. Tras seis horas de furgoneta, la mitad de ellas por camino de arena, hicimos entrada en la población, donde pasé la noche.

La nada recomendable ni cómoda ruta, desde el cristal de la furgoneta.

Al día siguiente ya solamente quedaba ponerse a caminar. El primer obstáculo, un río, que pude librar en un curioso transporte local:

Posteriormente, hasta llegar a una central hidroeléctrica, casi tres horas de esforzada caminata, en un paraje espectacular. Y posteriormente otro buen par de horas, caminando al lado de la vía del caro tren que antes he mencionado. Después, llegada a Aguas Calientes, a dormir pronto ya que a la mañana siguiente había que madrugar para hacer aquella historia que ya os había contado.

Una cascada saliendo de una roca, una de las cosas que los que no hacen el camino del punki se pierden.
"Prohibido el paso de peatones por el puente".

Por supuesto, de bajada, solamente quedaba hacer el camino inverso: caminar y caminar hasta Santa Teresa, con un bañito en el río incluído y otras seis incómodas horas de bus hasta Cusco.

Puedo asegurar que la experiencia, aunque físicamente más exigente, es mucho más intensa, mucho más paulatina y en definitiva, mucho mejor que en cualquiera de las otras opciones.

Así se hace el camino del punki, el camino de los que no nos gusta ni pagar ni que nos digan lo que tenemos que hacer. En definitiva, el único camino que conduce al Machu Picchu, guiado por la Épica.

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Desde Caracas, Venezuela, llegan noticias de Duncan, el gato de la Épica, que sigue viviendo felizmente con Cacho y familia. Para tranquilidad de todos, el gato está bien, totalmente recuperado del mal rato.

Novedades:

El gato ha tomado su primer baño en su nueva familia. Parece que, haciendo honor a su condición gatuna, no le gustó nada.

Miedo al agua.

Por otro lado, el gato no ha perdido sus instintos naturales, puesto que destrozó sin piedad un ratoncillo de tela que le compraron.

Foto National Geographic con Duncan y los restos del ratón de trapo.

Seguiremos informando.

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Presuntuosamente, informo al mundo que es mi cumpleaños, cumplo la friolera de 29 palos e insto a todo el mundo que lea esto a que me deje un comentario felicitándome, insultándome o diciendo cualquier tontería. Gracias.

Corea

Nombre completo: 이은정 (Eunjung Lee)

País: Corea del Sur

Con su cuerpo menudo y su eterna sonrisa subía las infernales cuestas del Choquequirao sin cambiar para nada la cara. Aunque robara comida a escondidas para saciar su inagotable apetito fue una excelente compañera y amiga.

Juntos inventamos juegos geniales como Todo sobre Corea, donde la sometía a inacabables interrogatorios acerca de ese lejano país; ¿Es palabra en Coreano? que consistía en intentar acertar mediante sonidos que parecieran coreano alguna palabra en tan lejano idioma; o el más divertido de todos ellos, Chino, Japonés o Coreano, donde conjeturábamos sobre el origen de todos los chinitos que nos encontrábamos. Así pues, 이은정, persona de impronunciable nombre pasa a formar parte de la lista de personas importantes de este viaje de la Épica.

Puelto Lico

Nombre completo: David Joel Hernández

País: Puerto Rico

«¡Y vinielon los españoles hijueputas, conquistadores, robaoros, pinchaindias, cablones…!». Cuando escuchas semejante discurso un centenar de veces por día solamente te queda el asesinato o la amistad para siempre. En este caso, felizmente, fue la segunda.

Hoy abrimos el museo de la Épica para el más ilustre de los habitantes de la Sexy Island, el que se abrazaba a los árboles porque le daban fuerza, el hombre capaz de mentar a tu madre más veces por minuto, el puertorriqueño que más alto estuvo de todos, el primero en llegar al Choquequirao, y un genial compañero de fatigas, nunca mejor dicho, en aquellas hijaeputas cuestas.

Subir al cielo

BSO: Pirata Capitán (Sube, que nos vamos pa las nubes), de La Kinky Beat.

Hace ya bastantes años que renuncié a cualquier tipo de religión conocida, pero mi experiencia en el celebérrimo Machu Picchu, si bien en ningún momento hizo replantearme mi (no) religiosidad, casi me hace subir al cielo. Veamos porqué.

Cualquier turista que desee visitar la más votada de las nuevas siete maravillas del mundo debe pasar por Aguas Calientes, un pequeño pueblo, aunque esté mal usar la palabra pueblo para referirse a una sucesión de hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos. Los métodos y caminos para llegar hasta la población son diversos, pero eso es algo que veremos en próximos episodios. Hoy hablaremos pues solamente de mi experiencia en el Machu Picchu.

Las ruinas de Machu Picchu, con el Huayna Picchu al fondo.

Como los valientes, a las cuatro de la mañana salía de mi hostal en dirección al santuario. Una hora y poco de caminata, colina arriba, casi en plena oscuridad, para llegar de los primeros a la entrada. Nunca he sido de madrugar, ni de querer ser el primero en ir a un lugar, pero esta vez era prácticamente obligatoria la paliza para coger turno para subir al Huayna Picchu, la mítica montaña que se ve en cualquier foto que se precie del lugar. El caso es que solamente los 400 primeros en personarse consiguen el preciado sello que te permite el acceso. Los autobuses -a 7 dólares los diez minutos- empiezan a llegar a eso de las 5 y pico, así que los esforzados rácanos que subimos andando tenemos que llegar un poco antes.

Y así fue, fui uno de los 30 primeros en poner mi somnolienta cara enfrente de la puerta, todavía cerrada, del lugar sagrado. Una vez abrieron, puntualmente a las seis de la mañana -estos peruanos están locos- me puse a correr como un bendito por enmedio de las ruinas para llegar en primera posición a la puerta de entrada al Huayna. Sobra decir que lo conseguí.

Bien, Casero, bien, mejorando como fotógrafo.

En el mismo momento que abrieron puse un ritmo de ascensión infernal, cosa que me permitió llegar destacado y en solitario a la cumbre. El Huayna Picchu es una montaña muy escarpada, algunos centenares de metros por encima de las ruinas. Una sucesión de angostos y peligrosos escalones te conducen a la parte alta de la montaña, también llena de ruinas incas. La parte final es la más dura, donde centenares de pequeños escalones se suceden sin descanso hasta la cumbre, donde una roca preside el mundo.

Y como yo estuve sentado en esa roca, me sentí como el rey del mundo en aquel momento. La experiencia fue maravillosa. No se oía ni un solo conato de ruido. Todo lo que te envuelve es espectacular. Estaba sobre una montaña de un color verde diferente a cualquier otro verde conocido, rodeado de montañas más altas que forman un círculo alrededor tuyo, el río la bordea más de 180 grados, creando una gran circunferencia alrededor, las nubes suben y bajan escondiendo y mostrando ese perfecto espectáculo inmóvil, el mismo que presenciaron los sabios incas, el mismo que decidieron convertir en lugar sagrado. Y como guinda del pastel, las ruinas que hacen malabares en las alturas circundando un cuidado césped verde.

Tocando el cielo, con el polo de rayas.

Mucha gente dice que Machu Picchu es un lugar mágico, con una fuerza especial y extraña, un lugar de energía. También hay que decir que es un lugar donde hay una alta concentración de esotéricos, alineados con las estrellas, adoradores de la pacha mama y consumidores de estupefacientes varios que sin duda esfuerzan todos sus sentidos para flipar en colores y creerse los elegidos por el inca Atahualpa.

Yo también hice la típiquisima foto.

Pero uno que está desprovisto de toda creencia no demostrable científicamente, me sentí como subiendo al cielo, entiéndase en todos los sentidos de la expresión.

Muerto del cansancio debido al madrugón, a la mala alimentación y a la caminata, casi subo al cielo. Cuando las nubes bajaban y mis piernas colgaban de aquella roca y solamente se veía blanco abajo, azul arriba y en frente el verde pico de la montaña más alta del lugar, uno sentía que había subido hasta el cielo, o más arriba. Cuando estaba en el monumento más turístico, famoso y visitado de Sudamérica, completamente solo, sin escuchar a nadie y presenciandolo desde el lugar más privilegiado, también sentí que estaba subiendo al cielo.

Volando el Machu Picchu.

En definitiva, tuve un momento de elevación impresionante, un momento mágico. Pero de repente se empezaron a escuchar voces y pronto estaba rodeado de mucha gente y de un plumazo de devolvieron a la realidad. Así que con la sonrisa puesta y la satisfacción de ser el único, almenos en ese día, que presenció semejante espectáculo, me bajé para abajo.

Paseé un rato por las ruinas y pregunté la hora. No eran todavía las nueve y media de la mañana, cuando ya había acabado mi recorrido. Decidí que no podía ser y que la entrada que había pagado, eso sí, con descuento de estudiante, había que amortizarla más.

Así que ni corto ni perezoso, enfilé el camino contrario, el que me llevaría a la montaña Machu Picchu, la que preside las ruinas desde el otro lado. La caminata, bastante más larga y de similares características, duró prácticamente dos horas, a un ritmo bastante más cansino debido a la fatiga.

Sentado en el cielo.

Cuando llegué a la cumbre presidida por la bandera de Cusco, arcoiris, de innegable parecido a la del orgullo gay, había bien poca gente y el clima era perfecto. El sol zumbaba fuerte, pero la brisa corría fresca, así que con las ruinas más famosas del mundo como telón de fondo me comí un bocadillo de atún y me eché una siesta. Y como estaba tan cerca, pues volví a subir al cielo.

En la cumbre, la bandera del Cusco ondea al viento.

Y de ahí, dolor de rodillas mediante, me volví a bajar hasta Aguas Calientes, recorriendo mis mismos pasos, con la satisfacción de haber vivido una cosa única de una manera única.

Así que, señores, si quieren vivir el Machu Picchu de forma Épica, ya saben lo que les toca, suban al cielo, yo les espero allí.

Última llamada

BSO: Volando voy, de Kiko Veneno.

Desde hace algunos meses la polémica más grande en la que se ha visto rodeada este viajero y en consecuencia, este blog, ha sido la fecha de vuelta a casa. Siempre he barajado dos opciones: continuar hasta febrero, completando así el ciclo natural de un año e ir a la Patagonia; o volver a casa, dejando un poco el viaje a medias, pero con la satisfacción del deber cumplido y comiendo los turrones en familia.

Muchas han sido las especulaciones, los rumores, las presiones, las conjeturas, pero hoy, en excusiva para el mundo, desde el blog de la Épica, vamos a dar de una vez por todas la respuesta definitiva. Para alegría de mi señora madre, entre otras y para desgracia de la Épica Patagónica, volveré a casa en Navidades.

La única foto de aviones que tengo: el que nos llevó a las Islas Galápagos, en Ecuador.

Las razones no las tengo muy claras, era una decisión complicada. Por un lado pesaba mucho la idea de intentar cerrar el ciclo del viaje, pero después de pensarlo, he llegado a la conclusión de que no me hacía falta. El viaje está siendo maravilloso y no necesito alargarlo dos meses más. Así que, como ya dijo otro ilustre de este blog, yo me bajo en la próxima, aunque la próxima esté a casi un par de meses vista.

Esto no pretende ser una despedida, puesto que todavía quedan casi dos meses de epopeya sudamericana y toda una vida Épica que narrar; así que el futuro de este blog, posiblemente y replanteando ciertas cosas, tenga más futuro que este viaje, el que llamamos Viaje de la Épica, y que por primera vez ve la luz al final del túnel.

Y el vuelo de vuelta es, a su vez, como un resumen de este viaje, donde he dado vueltas por Sudamérica en varias direcciones, cada vez con menos sentido sobre el mapa, pero con poderosas razones que explican los cambios de rumbo. Así que, buscando la opción más barata haré el siguiente disparatado recorrido: Buenos Aires-Lima, Lima-Bogotá, Bogotá-Barcelona, en la friolera de 33 horas, si no hay retrasos ni problemas, cosa poco probable.

Así que el anuncio es el siguiente:

LLEGO A BARCELONA EL LUNES 20 DE DICIEMBRE A LAS 14:00h

La aerolínea elegida, bajo el único criterio del precio, es el grupo LACSA-TACA-AVIANCA.

En definitiva, tirando de refranero, todo lo bueno tiende a su fin, funesta frase en la que no estoy nada de acuerdo, pero que es aplicable a este caso. Insisto, esto no es una despedida, así que nadie la tome como tal.

Señores, ahora tengo que irme, me están llamando por megafonía, es la Última Llamada.

Tuve un descuido: olvidé la navaja multiusos que me regaló Javito en mi equipaje de mano. Este fulano con cara de mal-lechado lo descubrió y tuve que dejar mi querida navaja en un receptáculo de esos donde se amontonan centenares de objetos. Por suerte, pude inmortalizar el momento. Si veis al fulano por la calle, pedidle mi navaja!