BSO: Pájaros de barro, de Manolo García.
Dejamos el hilo argumental de esta epopeya Épica en plena costa Caribe, así que aprovechando la coyuntura, pues uno no se puede bañar cada día en las cálidas playas del mar más suspirado por muchos, decidí seguir bordeando la costa.
Los caminos me volvieron a llevar a Cartagena, ciudad que no me gusta pero donde pasé muy buenos momentos. Y después puse rumbo a la gran olvidada del Caribe colombiano: Barranquilla.

Barranquilla es famosa en el mundo por la canción de su habitante más ilustre, la cantante esa de la que no diré ni el nombre, famosa por contonear espasmódicamente su barriga; por estar casada con el hijo y peor asesor del peor presidente de Argentina, que ya es decir; y por su Waka-Waka con Piqué en Ibiza.

Además de eso, Barranquilla es un caos de ciudad, llena de bullicio, motos y agua por las calles, aliñado con un nulo atractivo turístico y un calor sofocante. Amigo Casero, ¿para qué fuiste entonces a tan inapacible lugar? Pues la respuesta es doble: en primer lugar para ver una ciudad del Caribe de verdad, un lugar 100% real, para lo bueno y para lo malo. Y después porque allí me iban a recibir las Chéveres, unas maravillosas anfitrionas que ya habíamos conocido un tiempo antes. Gracias a ellas pude disfrutar de esa ciudad de contrastes y vivir de primera mano el célebre en Barranquilla se baila así, aunque su necia intérprete no lo sepa, pues ni vive, ni paga impuestos en su tan cacareada ciudad.

Y posteriormente el plato estrella de este menú caribeño: el Parque Tayrona, un parque natural de selva y playa de esos que tanto me gustan, pues aúnan las palizas físicas con el relax merecido, todo ello rodeado de excelentes paisajes.
Muy bien acompañado, nos dispusimos a cruzar todos los senderos que fueran necesarios para pasar unos días inolvidables rodeados de palmeras y cocos en la arena.

Los senderos que nos tenían que llevar hasta nuestro destino, no eran precisamente caminos de rosas: Colombia es un país muy verde, producto de que la lluvia -estamos en clima tropical- hace presencia prácticamente a diario; por tanto los caminos estaban verdaderamente enfangados.

Así que tras recorrer calzados los primeros 150 metros del recorrido y enbarrar irremediablemente nuestros zapatos, decidimos tomar la mejor decisión posible, y hacer un retroceso hacia lo natural y proseguir descalzos. Y así fue como pasamos las siguientes cuatro jornadas, en contacto directo con la madre tierra. Y en muchas ocasiones con el barro hasta las rodillas. Claro, barro en el mejor de los casos, puesto que ante la ausencia de autos a motor en todo el parque, los caballos son los únicos encargados de hacer los transportes… y ya se sabe que los caballos tienen tendencia a soltar lastre… en definitiva, mejor no pensarlo.

Y tras caminatas de notable exigencia fuimos presenciando las maravillas de las autonombradas mejores playas de Colombia: playas vírgenes con largos tramos de arena, culminados por impresionantes rocas, palmeras circundando todo el arenal, y selva atlántica rodeándolo todo y en lugares juntándose incluso con el mar.
En definitiva, todo un bello espectáculo solamente visible tras sudorosa caminata, con los pies de barro… ¡y los echo a volar!

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Pronto estarán todas las fotos, son las incomodidades de estar sin cámara.
En este sentido anunciar que ya estoy en Caracas, Venezuela, que ya me he reecontrado con un viejo amigo de la Épica, el señor Cacho, y que otra vez, ya tengo cámara de fotos. ¡Y olé!.


